¡Qué contenta la gente con las rebajas!
Cómo madrugan para ser los primeros, diseñan el plan de acción, luchan por el jersey de punto que vieron por 15 € más -¡hace tan sólo una semana!-,... cómo se contonean con dos o tres bolsas en cada mano al acabar la jornada.
Sin embargo, observo que la mayoría tiene cara de culo en el autobús. Hambre y sueño.
Un hambre puramente fisiológico y sueño sin sueños.
Y las camisetas tan lisas siempre habían sido baratas, el pantalón verde, me dices, "me lo puse un día y no me gustó" y la ilusión se desgasta exactamente igual que la suela de esas putas zapatillas.
El armario se llena en perfecta proporcionalidad a la succión de vacío del corazón.
Cuando dicho hueco es lo suficientemente grande como para no rellenarse con un Iphone 5,
empieza el drama.
Y encima parecemos no entenderlo.
Qué contentos todos con las rebajas,
mientras pasan de largo cada día millones de formas de tocar el cielo, sin coste alguno.
A lo mejor es un problema de marketing, ya que todo esto no lleva etiqueta.
Luis C.
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