miércoles, 15 de enero de 2014

El túnel de Enero

¡Qué contenta la gente con las rebajas!

Cómo madrugan para ser los primeros, diseñan el plan de acción, luchan por el jersey de punto que vieron por 15 € más -¡hace tan sólo una semana!-,... cómo se contonean con dos o tres bolsas en cada mano al acabar la jornada.

Sin embargo, observo que la mayoría tiene cara de culo en el autobús. Hambre y sueño.
Un hambre puramente fisiológico y sueño sin sueños.

Y las camisetas tan lisas siempre habían sido baratas, el pantalón verde, me dices, "me lo puse un día y no me gustó" y la ilusión se desgasta exactamente igual que la suela de esas putas zapatillas.
El armario se llena en perfecta proporcionalidad a la succión de vacío del corazón.

Cuando dicho hueco es lo suficientemente grande como para no rellenarse con un Iphone 5,
empieza el drama.

Y encima parecemos no entenderlo.

Qué contentos todos con las rebajas,
mientras pasan de largo cada día millones de formas de tocar el cielo, sin coste alguno.

A lo mejor es un problema de marketing, ya que todo esto no lleva etiqueta.

Luis C.


viernes, 10 de enero de 2014

10 de enero

Qué bonito recibir felicitaciones, especialmente las de aquellos que también se acuerdan de mí en la normalidad de un lunes por la tarde o un miércoles de madrugada.
El sábado yendo a comprar el pan, durante los anuncios del cine, en la espera del metro o al verter los cereales del desayuno.

Si es cierto que hoy es un día especial, las de éstos son felicitaciones al cuadrado, y yo me felicito por tenerlos entre los míos.

Luis C.

jueves, 2 de enero de 2014

Navidad 2013

...Y vuelves, porque necesitas volver, pero nunca eres el mismo que marchó.
De pronto, tras la precipitación vertiginosa de acontecimientos encuentras un tiempo precioso para meditar, para profundizar en qué diablos está ocurriendo.

Pero cuando llega, resulta que no es eso lo que haces. No meditas, no discurres ni pones etiquetas al pensamiento, que a veces ni a nombrarlo se llega.

Pero sientes.

Todo esto se me pasaba por la cabeza la otra noche, en un paseo tranquilo y solitario por las frías -bendito frío- calles de Soria.
Sencillamente sientes algo, y eso es más que suficiente, mucho más de lo que buscas al ponerte el gorro y salir por la puerta...

Que ya nunca será la misma puerta. No puede serlo si tú no eres el mismo.

De este modo me he dado cuenta de que en estos días la felicidad se abría paso en mi interior de forma abierta, inevitablemente. Me importa una mierda que haya gente que diga que no es nada, que no importa, que no es verdadera la Navidad. 
La mía lo es. Sin campanazos ni dinero, sin estrenos ni condecoraciones. Sin alijos de langostinos en oferta ni vacíos llenos de luces doradas.

Con una elegante sobriedad interior, de las que tanto duran. Como mi querida ciudad de nacimiento, que sin quererlo me enseña todas estas cosas.

Fue entonces cuando comprendí que, al igual que mi padre, me había enamorado de ella para siempre.

Luis C.