Las travesías largas y costosas
suelen llevarnos siempre
a grandes destinos.
Sucede entonces que viaje y destino se revalorizan mutuamente,
de forma constante,
y nosotros con ellos.
Por eso lo bello es conocer siempre de dónde partimos,
pero no dónde -o si realmente vamos a querer- llegar.
L.C.
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