En un monólogo ético obsoleto y absurdo,
las personas solemos confundirnos al querer vislumbrar las soluciones a nuestros grandes dilemas por nosotros mismos.
Cuando entendemos que nuestra mente podría llegar así a un estatismo inhumano
y buscamos sustento intelectual en los demás,
se acaba nuestro tímido mundo, que desaparece en favor de nuevos universos de comprensión.
Para avanzar, un diálogo emocional abierto debería reemplazar siempre a una introspección sistemática,
además de ser un extraordinario ejercicio de humildad.
L.C.
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