miércoles, 18 de julio de 2012

Romance del oficinista


Si la Tierra se parase en un momento,
o el tiempo pudiera razonar.

¿Si... El cielo fuese limpio de verdad,
y las nubes fuesen nubes, nada más?

Que veamos el paisaje desnudo, lo elemental,
o que las aguas se tornen pacharán...

Si los buitres buscaran lechugas,
y los coches sintieran la brisa pasar.

Si devolvemos a la noche sus estrellas,
 la luz no se apaga en mi cristal.

Si el dinero se pintase,
si la enfermedad fuese genial,
si volviéramos a construir castillos,
y todo terminase en el mar;

si los gorriones hablasen,
si no juzgara nadie nunca más,
si cada cual se sonriera,
si dormir fuera despertar...

Intentaría revolverme
y por fin desestructurar lo definido;
olvidar la pantalla y el ratón
o devorar el disco duro y sus archivos:
Que ya no hay, sino mi corazón,
un lugar a esta oficina más parecido.


L.C.


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