La vida es como un chato de vino. Uno detrás de otro.
El vaso es la realidad, y el vino en sí tus sueños. Siempre podemos desbordarlo: es mejor, merece la pena mancharse así. Y a la larga acabas bebiendo más. Viviendo más.
Un gesto rápido, beberlo, es el cierto suceder de los acontecimientos. No da tiempo a pensarlo hasta después.
Unas veces sienta muy bien. Otras...no tanto.
El calorcito de después son tus recuerdos. Piénsalo como algo agradable, pues es inevitable, y se aprende.
Por eso vomitarlo es siempre el fracaso.
L.C.
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